Por: Dr. Hugo SALINAS
salinas_hugo@yahoo.com
José Carlos Mariátegui, uno de los más brillantes intelectuales
de su época, y por qué no decirlo, el científico social que, a su pesar, sus
resultados de investigación se han convertido en dogmas, estuvo muy cerca de
comprender la raíz del problema del indio. Y con ello, estuvo muy cerca de
esclarecer el enigma del origen de la pobreza de las mayorías nacionales, de
ayer y de hoy.
De una manera directa, y sin ambages, en sus 7 Ensayos[i]
comienza por precisar que “todas las tesis sobre el problema indígena, que
ignoran o eluden a éste como problema económico-social, son otros tantos
estériles ejercicios teoréticos – y a veces sólo verbales –, condenados a un
absoluto descrédito.” Para el Amauta, el problema del indio es un problema
económico-social.
Y refuerza aún más su tesis diciendo que “la crítica socialista
lo descubre y esclarece, porque busca sus causas en la economía del país y no
en su mecanismo administrativo, jurídico o eclesiástico, ni en su dualidad o
pluralidad de razas, ni en sus condiciones culturales y morales.”
En el Prólogo de Tempestad en los Andes del historiador y
antropólogo peruano Luis Eduardo Valcárcel Vizcarra, J. C. Mariátegui agrega lo
siguiente: “El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema indígena en
nuevos términos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente como problema
étnico o moral para reconocerlo concretamente como problema social, económico y
político. Y entonces lo hemos sentido, por primera vez, esclarecido y
demarcado.”
El problema del indio, entonces, no es solamente
económico-social sino también político. Y el Amauta se encarga de precisar la
secuencia de importancia cuando nos dice que “los que no han roto todavía el
cerco de su educación liberal burguesa […], olvidan que la política y, por
tanto la economía, lo dominan fundamentalmente.”
Es decir, para Mariátegui “la cuestión indígena arranca de
nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra.” Y
algo más, el Amauta precisa que “el factor central del fenómeno es la hegemonía
de la gran propiedad semifeudal en la política y el mecanismo del Estado. Por
consiguiente, es sobre este factor sobre el que se debe actuar […].”
Pero resulta que “la gran propiedad” de la tierra no es un
asunto económico, en el sentido de producir bienes económicos. La “propiedad” es
una noción del campo del Derecho y no de la Economía. Mientras que la tierra
cultivable es un elemento de la Economía, de la actividad de producción de
bienes; la propiedad de la tierra cultivable es un asunto de decisión
socio-económica, en el sentido de a quién pertenece el resultado de la
actividad económica.
El Amauta no logra hacer la diferencia entre los dos
elementos de la actividad socio-económica. Mientras uno de los elementos, el
proceso de trabajo, la forma de trabajar, define los bienes a producir, para lo
cual la tierra cultivable es un elemento importante; el segundo elemento, la
decisión socio-económica, se orienta a decidir quién será el beneficiario de la
totalidad del resultado de la actividad económica, para lo cual pone en juego la
propiedad de la tierra y el tipo de repartición del resultado que va consigo.
A pesar de su imprecisión para determinar los dos elementos
de la actividad socio-económica, Mariátegui percibe que “el problema del indio”
se encuentra en la gran propiedad y sobre la cual es necesario actuar. Es
decir, percibe que el problema del indio radica en las características del
segundo elemento de la actividad socio-económica. Y lo precisa, una vez más,
cuando anota que “El problema agrario se presenta, ante todo, como el problema
de la liquidación de la feudalidad en el Perú.”
Si bien la “feudalidad” se manifiesta, se concretiza, a
través de una forma de trabajar que tiene como elemento fundamental a la tierra
cultivable, no necesariamente la gestión de la tierra cultivable nos conduce a
la “feudalidad”. Es el caso precisamente de la civilización tawantinsuyana, en
donde la producción agrícola condujo al “comunismo inkaico”.
Mientras que la feudalidad se asienta en la propiedad
individual, el comunismo inkaico se asienta en la propiedad colectiva. Mientras
que la feudalidad se define como la apropiación de la totalidad del resultado
de la actividad económica por el señor feudal, el comunismo inkaico implica la
repartición de la totalidad del resultado de la actividad económica, entre
todos los habitantes de la comunidad y en partes más o menos iguales.
Es decir que la feudalidad es producto de la decisión
socio-económica en su forma de Repartición Individualista, el comunismo inkaico
es producto de la decisión socio-económica en su forma de Repartición
Igualitaria. De donde se puede concluir que, la feudalidad no es fruto de la
actividad económica en tanto que forma de trabajar que utiliza a la tierra
cultivable como su elemento fundamental. La feudalidad es fruto de la
Repartición Individualista del resultado de la actividad económica.
Y para no dejar dudas, el Amauta cita a César Antonio
Ugarte, Bosquejo de la historia económica del Perú, p. 9: “Los caracteres
fundamentales de la economía inkaica […] eran los siguientes: Propiedad
colectiva de la tierra cultivable por el ayllu o conjunto de familias
emparentadas, aunque dividida en lotes individuales intransferibles; propiedad
colectiva de las aguas, tierras de pasto y bosques por la marca o tribu, o sea
la federación de ayllus establecidos alrededor de una misma aldea; cooperación
común en el trabajo; apropiación individual de las cosechas y frutos”.
Dicho de otra manera, la misma tierra cultivable
perteneciente a una forma de trabajar bien precisa, puede soportar dos tipos
diferentes de propiedad y de repartición del resultado de la actividad
económica; es decir, dos tipos diferentes de decisión socio-económica. Uno que
nos conduce al “comunismo inkaico” y otro, al feudalismo. Y es así que podemos
afirmar con mayor claridad que “el problema del indio” no es un “problema de la
tierra”. Porque la tierra cultivable no es más que un elemento de la forma de
trabajar. El “problema del indio” proviene la repartición individualista del
resultado de la actividad económica, en la que se funda el feudalismo, y que se
convalida a través de la propiedad individual.
La no identificación de los dos elementos de la actividad
socio-económica, con sus respectivas características, impide a José Carlos
Mariátegui precisar, sin ambigüedad, la raíz del “problema del indio”. Con
ello, por una parte, se hubiera podido señalar que el feudalismo es fruto de la
repartición individualista que se manifiesta a través de la propiedad
individual y, por otro lado, se hubiera podido concluir que la solución se
encuentra en la repartición igualitaria que se manifiesta a través de la
propiedad colectiva.
Una noción de propiedad colectiva que el Amauta lo resume
muy bien en la frase: “[…] y como el sol no es de nadie en particular, tampoco
el planeta lo es.” Noción de propiedad colectiva muy diferente a la propiedad
comunal de las comunidades campesinas de ahora, a la propiedad social, e
incluso de la propiedad de las empresas públicas.
José Carlos Mariátegui estuvo a un paso de señalar que la
pobreza del indio, como el de la actual mayoría de la población peruana, radica
en la repartición individualista; y cuya alternativa de solución exige la
instalación de la repartición igualitaria, como el segundo elemento de la
actividad socio-económica. Imprecisión que le conduce a proponer “la tesis de
que la política liberal del laissez faire, que tan pobres frutos ha dado en el
Perú, debe ser definitivamente reemplazada por una política social de
nacionalización de las grandes fuentes de riqueza.”
Con esta propuesta, el de “la nacionalización de las grandes
fuentes de riqueza”, por un lado, se está dejando intacto el origen de la
pobreza, la repartición individualista que se manifiesta a través de la
propiedad individual y, por otro, se desestima a la repartición igualitaria que
se manifiesta a través de la propiedad colectiva, como solución a la pobreza de
las mayorías nacionales.
Lima, sjl, 9 de julio del 2015.
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